Temor a ser vector de contagio para nuestros pacientes y personas usuarias
Experto en Primeros Auxilios Psicológicos y en la técnica para prevenir el estrés postraumático llamada ‘debriefing psicológico’, el psicólogo Alfonso Sáez de Ibarra quiere compartir con sus compañeras y compañeros del Hospital Aita Menni y del sector sanitario en general algunas reflexiones respecto a los pensamientos en torno a la posibilidad de convertirse en vector de contagio para pacientes, personas usuarias y colegas que recurrentemente asaltan al personal que se dedica a los cuidados. Como puede verse en el vídeo, sus palabras vienen a decir:
Muchas de las personas que trabajan en el cuidado de las personas y, ahora, como no puede ser de otro modo, en la lucha contra la pandemia de la Covid-19 llevan implícitos en el ejercicio de su profesión valores personales que pueden implicar ayudar a los demás, hacer del mundo un lugar mejor, reducir o amortiguar el sufrimiento o, por ejemplo, restaurar el orden en las cosas.
De alguna manera, todos estos valores pueden conllevar diversos sentimientos y, entre ellos, posiblemente el de PROTECCIÓN. Proteger a quien es o está débil, tiene una enfermedad o discapacidad, a quien la tragedia ha desestabilizado, a quien ha tenido “mala suerte”, a la víctima. Y con ese sentimiento, nosotros, con nuestras propias inseguridades, nos ponemos a su lado y nos hacemos fuertes. De esta manera desempeñamos mejor aquello que pretendemos, como acompañar a estas personas, ayudarlas y orientarlas, para que también puedan curarse, recuperar su vida o al menos todo lo que puedan de su vida anterior, o para que consigan salir de la oscura senda del sufrimiento.
Pero una de las muchas tragedias de la Covid-19 es que podemos ser portadores de la enfermedad sin saberlo. Lo cual puede hacerme pensar: A pesar de mis precauciones, de mis medidas de protección, más sofisticadas o menos, en mayor o menor cantidad, puedo ser yo mismo “vector de contagio”, mensajero de la enfermedad, causante de desgracias a esos “mis protegidos” (pacientes, usuarias/os, familia, compañeras/os). Puedo ser el que les trajo “el bicho”, “la desgracia”, quizás “la muerte”.
Y lidiar con ese peso no necesita la condena de nadie, ya me “valgo yo solito” para adjudicarme esa culpa, que, aun no siendo real, temo.
Para quienes hayáis tenido estos u otros pensamientos parecidos, solo puedo decir que hay muchas cosas que no podemos abarcar, muchas cosas que no podemos arreglar, muchas cosas que no podemos cambiar. Quizás porque hace falta mucho más que nuestro esfuerzo en solitario para solucionarlas; quizás porque no están bajo nuestro control; quizás porque en este momento no tenemos toda la información necesaria para poder aplicar una solución eficaz. Es un error, por tanto, atribuirnos una responsabilidad que no tenemos y que “nunca hemos tenido”, salvo quizás, eso sí, en nuestra fantasía infantil.
En la vida sólo podemos aspirar a querer, cuidar y proteger a los demás como sabemos en cada momento, con el conocimiento y los recursos que tenemos en ese instante. Sólo podemos aspirar a intentar el cambio hasta donde depende de nosotros y solo hasta ahí. Tenga o no el resultado esperado y deseado. Y ese es nuestro “santo Grial”, nuestro máximo nivel de aspiración, el de la satisfacción del deber cumplido, no sobre los resultados, sino sobre el “haber intentado” hacer todo lo que estaba en nuestra mano para que el mundo sea un lugar mejor. Aunque esto no sea lo que hemos pensado siempre, esta es la realidad y el resto será una fantasía, infantil probablemente, pero fantasía al fin y al cabo.
Para terminar, os animo a que sigáis protegiendo y cuidando, como sepáis y como podáis en cada momento, incluso aunque no consigáis vuestro objetivo siempre, porque el solo hecho de intentarlo, ya merece la pena en sí mismo y debería ser suficiente para cumplir con nuestra máxima aspiración personal dentro de nuestro proyecto de vida.
«SALDREMOS de esta situación difícil HABIENDO CRECIDO como personas»