Nuestro residente Santos Romera expone óleos en Txurdinagabarri
Próximo su 89º cumpleaños el 1 de noviembre, Santos Romera, residente de Txurdinagabarri, lo está celebrando de una manera especial: mostrando en los pasillos de la Residencia su arte, aunque rechaza, modesto, el calificativo de «artista».
Una decena de sus cuadros al óleo, de diversos tamaños, pueden contemplarse en la galería que rodea la planta baja de la Residencia y en la planta en la que Santos tiene su habitación, un lugar que ya considera su casa. Su cuarto alberga también varias obras más, que él exhibe con satisfacción pero también con cierta mirada crítica, en el caso de aquellas obras que considera que no han quedado tan bien como él quisiera.
Santos se inició en la pintura a finales de la década de los 80, tras jubilarse en la planta de Laminación de Bandas en Frío de Etxebarri, donde trabajaba como técnico en la oficina de Delineación. Su esposa falleció poco después y él comenzó a frecuentar el Centro de Jubilados de Santutxu, donde tomaba parte en las salidas al monte y excursiones y en el taller de pintura, «que tenía una profesora encantadora que enseñaba muy bien».
Allí comenzó a aprender la técnica del óleo, que es la que más le gusta, y a conocer la obra de muchos grandes pintores, entre los que ha ido tomando sus referencias. Porque Santos reproduce obras de artistas que le gustan y también hace sus propias creaciones, normalmente paisajes o rincones de nuestros pueblos. Sus retratos son especialmente valorados por su familia, en la que encuentra a menudo modelos para sus obras. Y no sólo se atreve con el estilo estrictamente figurativo, sino también con reproducciones de obras y autores como Dalí o Picasso. Una reproducción a pequeño tamaño del «Guernica» del autor malagueño preside su habitación.
La necesidad de buscar una residencia para una convalecencia tras una estancia en el hospital le trajo a Txurdinagabarri. «Vimos alguna otra residencia, pero yo he sido vecino de Bolueta y Santutxu y aquí estoy muy contento —explica—. El trato del personal es maravilloso, y como conozco la zona, me puedo dar algún paseíto». «Ahora esto es ya mi casa», asegura, mientras saluda con un «¡Hola, guapas!» a las dos trabajadoras que llegan para arreglar la habitación y que se dirigen a él con el afecto que genera la convivencia diaria y el carácter jovial y alegre de Santos.
Los martes y los jueves por la mañana, su yerno le lleva en coche al Centro de Mayores de Santutxu, donde continúa con las clases de pintura. «El último que he hecho es la plaza de Durango. Tenemos una profesora que me ayuda muchísimo —alaba—. Ella tiene todo el mérito de lo que yo hago». Alrededor de 15 personas asisten al taller de pintura, con las que tiene «una muy buena amistad». Recuerda también con mucho cariño las relaciones que forjó en los viajes y excursiones que hacía con el Club de Jubilados y con la BBK, y que le llevaron a recorrer casi todo el territorio nacional y muchos museos «con unos amigos extraordinarios». «Ahora me cuesta mucho andar», lamenta, aunque a veces sale por los alrededores de la Residencia y los fines de semana suele ir a comer con su familia.
Nos guía mostrándonos los cuadros que expone: «Este es de Elantxobe, y ese otro, de Bermeo. Tengo también dos de Sorolla, uno de Murillo y ‘Los girasoles’ de Van Gogh». «Son muchas horas de trabajo con cada uno», asegura. «Es un artista», asegura uno de sus compañeros de planta que le saluda al pasar.
Santos nos muestra uno de los cuadros de la exposición, y un recorte plastificado de un periódico del año 2012, en el que se ve una fotografía del cuadro original, y bajo ella, el titular «‘La esclusa’ de John Constable, vendido por 28 millones». Se trata de una obra que era propiedad del Museo Thyssen y cuya venta aquel año, realizada por la baronesa Thyssen, provocó las críticas y posterior dimisión del principal patrono de la Fundación Colección Thyssen-Bornemisza, Norman Rosenthal. «Igual podríamos sacar algo por éste», bromeamos.
A Santos le queda la pena de que tiene muchas más obras que no pueden exponerse en la Residencia Txurdinagabarri «porque aquí no se pueden hacer agujeros en las paredes y sólo se pueden aprovechar los sitios en los que ya hay agujeros hechos o colgarlos con otros sistemas».
A buen seguro que habrá otras oportunidades de mostrar más cuadros de nuestro residente. Mientras tanto, sus compañeros y quienes visitan el centro pueden disfrutar de una pequeña parte de su colección.