La consolidación como un gran centro psiquiátrico
Dado el número de pacientes que dependiendo de las Diputaciones se encontraban en otros psiquiátricos, desde su misma fundación el Hospital Aita Menni debió hacer un gran esfuerzo para aumentar su capacidad. De este modo, toda la primera época de su historia está marcada por las obras continuas de remodelación y construcción de nuevos pabellones.
En 1900 se adquirieron los caseríos Elezgarai, Ugalde y Errotaetxe, así como diversos terrenos. De este modo, el hospital podría ampliar sus instalaciones o bien podría beneficiarse de las explotaciones ganaderas y agrícolas de los mencionados caseríos para el abastecimiento de hermanas y pacientes.
Ese mismo año, se construyó el Pabellón del Sagrado Corazón de Jesús, destinado a atender enfermas pensionistas particulares.
Entre los años 1904 y 1910 se edificó el Pabellón de San Benito para enfermas pensionadas por las Diputaciones Provinciales. Constaba de dos naves paralelas unidas en uno de sus extremos por una galería y en el otro por un edificio de tres pisos. Disponía de sala de estar, comedores, cocina, enfermería de somáticas, dormitorios y una sección de baños y de limpieza.
Las obras continuaron prácticamente de manera ininterrumpida a uno y otro lado de la carretera que va de Mondragón a Aramaiona y en 1921 se construyó un túnel por debajo de ella, de manera que el paso desde los pabellones de un lado a los del otro no requiriera cruzar la carretera.
En 1923 se edificó el Pabellón de San José.
Ese mismo año se construyó otro pabellón que constituiría la Clausura de las Hermanas. Con una capacidad para más de 130 personas, disponía de cocina para enfermas pensionistas, cocina para toda la casa, ropería, costureros, despensa, etc. La construcción de los pabellones de San José y Clausura requirieron el embocinamiento del río en una longitud de 60 metros y el derribo de antiguos lavaderos y galerías de enlace, así como del caserío Errotaetxe.
En 1924 quedó terminada la Clausura y se levantó un nuevo pabellón para enfermas de beneficencia, el de San Juan de Dios.
En 1927, el Excmo. Sr. Obispo de Vitoria, Dr. D. Leopoldo Eijo y Garay, bendijo, consagró e inauguró la Iglesia de la Casa de Salud, en un acto al que asistieron las autoridades locales y provinciales. El proyecto fue obra del arquitecto Sr. Urcola y la primera piedra la bendijo y puso el Cardenal Arzobispo de Toledo, Dr. Reig.
La primera época del Hospital Aita Menni estuvo marcada por las obras constantes de ampliación y remodelación de instalaciones. Las sucesivas ampliaciones de capacidad quedan reflejadas en el aumento constante del número de pacientes atendidas.
Durante esta primera época se dotó a los diferentes pabellones de agua potable y caliente para usos higiénicos, sanitarios e hidroterápicos y se instaló el alumbrado eléctrico en sustitución de los quinqués de petróleo.
Los pabellones que se fueron construyendo tenían anejos espaciosos jardines en los que se plantaron árboles para permitir a las enfermas ingresadas “disfrutar de la libertad compatible con su estado”.
El equipo asistencial
Las Hermanas Hospitalarias se encargaban de la atención permanente de las pacientes ingresadas. El tamaño de la Comunidad de Hermanas creció paralelamente al de pacientes ingresadas, pasando de 12 hermanas en 1898 a 78 en 1930.
En esta primera época, el equipo asistencial estaba integrado exclusivamente por facultativos y Hermanas Hospitalarias. Un reducido número de personal exterior estaba contratado para realizar tareas propias de oficios varios.
La concepción de la enfermedad mental y su tratamiento
En la primera mitad del siglo XIX dominaba la clasificación de Esquirol que agrupaba las enfermedades mentales según bases puramente sintomáticas y psicológicas. Cuando se inauguró el Hospital Aita Menni, la psiquiatría iniciaba su verdadera etapa científica y el Dr. Añibarro adoptó la clasificación de Morel que se basaba en la idea de la “degeneración hereditaria” o involución biológica que se produce en el enfermo mental hasta descender a variedades humanas inferiores o previas a la genealogía del hombre.
A falta de recursos terapéuticos específicos y eficaces para la curación de las diferentes enfermedades mentales, los tratamientos de esta época se orientaban a crear las condiciones más favorables para la recuperación natural de la enfermedad.
La vida cotidiana de las pacientes se enriquecía con diversas actividades de ocio como la representación de obras de teatro o paseos por los alrededores del sanatorio. También se disponía de un salón de lectura con una biblioteca surtida de obras recreativas y en días festivos se organizaban veladas con representaciones de sainete, proyecciones cinematográficas y audiciones de gramófono.
En los espacios que rodeaban los diferentes pabellones se disponía de huertas y corrales de fácil acceso en los que las enfermas desarrollaban actividades de laborterapia al aire libre. La terapia ocupacional se utilizó en el Hospital Aita Menni desde el principio, desarrollándose diversas actividades de esta índole. También se disponía de un taller en el que las pacientes realizaban diversos trabajos de costura.
Los medicamentos disponibles a principios de siglo se reducían a hipnóticos para combatir el insomnio -tales como el cloral, el bromuro o el opio- y los sedantes utilizados contra la ansiedad -derivados del opio, hachís, belladona, escopolamina-. Además, sobre la base de que el paciente maníaco presenta problemas digestivos por una deficiente masticación de los alimentos, se utilizaban reconstituyentes y laxantes.
Entre los diferentes métodos de la época, era ampliamente utilizado el de la narcosis prolongada, consistente en mantener a los pacientes durante varios días bajo los efectos de hipnóticos, interrumpiendo su acción únicamente para permitirles realizar sus funciones vitales. A partir de 1917 se introdujo la técnica de la piretoterapia que consistía en la producción de fiebre por medio de diferentes agentes, tales como suspensiones coloidales de oro o plata, nucleinato sódico o lítico, esencia de trementina, albúminas bacterianas, suspensiones oleosas de azufre o formas benignas de paludismo.
Otro tratamiento ampliamente utilizado era la hidroterapia, un antiguo método universalizado por Kraepelin, que consistía en la utilización del baño a temperaturas diferentes en tiempos también diferentes según los cuadros clínicos. En general se pretendía sedar al paciente en estados de agitación o estimularlo en estados de postración.