Es importante conocer la situación por la que atraviesan las personas refugiadas desde que salen de su país hasta que llegan a Europa; las atrocidades que tiene que padecer (agresiones y violaciones constantes), el sufrimiento y riesgo en la patera, el hacinamiento en los centros de refugiados. Y cuando finalmente entran en Europa, han de esperar una media de tres años para conseguir papeles que les permitan trabajar y rehacer su vida. Quienes no reciben el permiso son devueltos a su lugar de procedencia y vuelven a intentarlo de nuevo.
Este es el panorama y así lo describió Izaskun Arriaran, enfermera e integrante de Salvamento Marítimo Humanitario (SMH), en su visita del pasado miércoles, día 15, a nuestro Hospital de Día de Arrasate. La ONG a la que pertenece, que fue fundada en Zarautz, ha habilitado a un antiguo pesquero vasco, el Aita Mari, como una embarcación de rescate.
En una de sus últimas misiones, el Aita Mari trasportaba ropa, calzado y material higiénico al campo de refugiados de la isla griega de Quíos (o Chíos) cuando tuvo que realizar labores de salvamento humanitario en la mar. En su travesía, el buque encontró una embarcación con 79 personas a bordo que se desplazaban desde Libia, a las cuales pudo rescatar y trasladar a Sicilia. Las dificultades que el exatunero Aita Mari sufrió en esta misión fueron muy grandes, sus tripulantes incluso llegaron a ser amenazados por embarcaciones militares libias y vigilados en todo momento en sus desplazamientos por el Mediterráneo.
Menos volver, cualquier cosa
La charla fue interesante y reveladora. La verdad es que Izaskun Arriaran lo expuso todo de muy agradable y cercana; nos dijo que cuando se pregunta a las personas refugiadas si prefieren morir en el mar o regresar a Libia lo tienen muy claro: prefieren saltar al mar y ahogarse (la mayoría no saben nadar) antes que regresar a su país, y de hecho así lo hacen cuando se encuentran en esa situación.
La vida en los campos de refugiados tampoco es fácil: hacinamiento, escasez de higiene, alimentación precaria, enfermedades no tratadas, etc. Todo ello debido a la negativa a mejorar la situación por parte de las autoridades para evitar el “efecto llamada”… La enfermera recalcó el malestar psicológico que arrastraban estas personas tras el largo recorrido realizado y llegar al campo, ya que la vida allí es muy complicada y la incertidumbre que conlleva el no saber que será de ellos o cuando podrán entrar en Europa. A todo esto hay que sumarle que la mayoría son chicos de unos 16 años que realizan el viaje solos.
Los pacientes de Hospital de Día de Arrasate disfrutaron aprendiendo sobre estas personas, opinaron y preguntaron muchas cosas a Ia activista. Para finalizar, subrayó que es muy importante respetar a estas personas cuando las vemos en la calle; conocer sus vidas y las dificultades que han atravesado para estar en nuestro país tal vez nos ayude a acogerlas y ofrecerles alternativas de vida.