“He hecho lo que debía en silencio, en el anonimato, ayudando a los que podía”, responde la hermana Paciencia cuando le preguntan sobre su vida antes del ébola. De la epidemia recuerda que le impactaron los gritos, los lloros de la gente enferma pidiendo agua; ver las bolsas de cadáveres pasar delante de ella; tener que compartir un retrete que rebosaba con 30 personas. Aun con todo, guarda gratos recuerdos, del personal que la animaba a comer, a beber, que rezaba con ella; del doctor que hacía también de enfermero, de auxiliar y de limpiador.
Fue trabajando en el Saint Joseph’s Catholic Hospital de Monrovia cuando esta enfermera contrajo el ébola, al igual que el fallecido sacerdote Miguel Pajares, que en agosto fue repatriado a España para intentar su curación. Con él voló a Madrid la hermana Juliana. ‘Mami’, como la llaman cariñosamente quienes la conocen, permaneció 21 días aislada en el Hospital Carlos III para descartar un posible contagio por haber estado en contacto directo con la enfermedad.
Paciencia no fue rescatada; tuvo que hacer “honor a su nombre y esperar o la muerte o la recuperación”. En Liberia, donde el ébola mata a 7 de cada 10 personas infectadas, superó la enfermedad. Ser una superviviente la ha llevado a las portadas de los medios de comunicación y a participar en charlas y encuentros, como el celebrado el día 18 en Mondragón.
En Monrovia colaboran habitualmente la orden de la Inmaculada Concepción, a la que pertenecen estas religiosas, los Hermanos de San Juan de Dios y las Hermanas Hospitalarias. Para que pudiéramos conocer y agradecer de algún modo su trabajo, las dos religiosas fueron invitadas a pasar unos días al Hospital Aita Menni.
Agradecimiento e interés
El salón de actos congregó a pacientes y trabajadores en un acto abierto a todas las personas interesadas en la realidad que se vive en este país de 4,5 millones de habitantes. Uno de los momentos más emotivos fue cuando ambas hermanas escucharon los mensajes de afecto de compañeros y compañeras que han compartido con las dos religiosas su lucha contra el ébola en Liberia. Los testimonios fueron recogidos en vídeo por el director gerente del HAM, Mikel Tellaeche, en su reciente viaje al país africano y, entre ellos, destacaba el afectuoso saludo del obispo de Monrovia.
Emoción contenida también al ver junto a las hermanas Paciencia y Juliana imágenes de compañeros suyos que han perdido la batalla en su guerra contra el ébola en África, como el hermano Patrick Nshamdze o la hermana Chantal Pascaline.
Durante el acto, el HAM agasajó a las hermanas con una camiseta de la Agrupación Deportiva Aita Menni y una reproducción del mojón de la Sociedad de La Rosa, elaborado con piedra caliza de Arrasate y madera de un viejo roble del Hospital Aita Menni. Esta sociedad fue creada en 1898 por el padre Menni para defender los intereses de las Hermanas Hospitalarias en el País Vasco y es en los terrenos de esta sociedad donde se encuentra ubicado el Hospital en Mondragón.
Jesus Mari Arizmendiarrieta, responsable de Personal del HAM, en nombre de la Asociación Amigos de José María Arizmendiarrieta – Arizmendiarrietaren Lagunak Elkartea, y como sobrino del padre Arizmendiarrieta, les entregó unos libros que recogen el espíritu del impulsor del humanismo y la experiencia cooperativa. No faltaron regalos hechos con cariño, como unas muñecas fofuchas que representaban a las dos protagonistas o unos turrones elaborados por los cocineros de Auzo Lagun.
Y después de escuchar a las hermanas Paciencia y Juliana responder amablemente a todas las cuestiones planteadas por los asistentes, después de oírlas incidir -con firmeza pero sin reproches a la sociedad occidental-, en la necesidad de unirnos para acabar con el ébola,“un enemigo que no podemos dejar diciendo que es un problema de África porque es un problema global”; después de que animaran a las personas “que quieren hacer más a que vayan a ayudar”; tras constatar que no pueden reprimir sus ganas de bailar los ritmos africanos que acompañan el último audiovisual; después de verlas sonreír posando en fotos con muchos de los asistentes al encuentro y de conocer que volverían a los países afectados mañana mismo para seguir trabajando, todavía nos queda una pregunta en el aire: ¿De qué pasta están hechas las personas como ellas?