Aita Menni reúne a los profesionales de la salud mental para debatir sobre la rehabilitación comunitaria
Tras la bienvenida de José Ignacio Espel, presidente de la Fundación Oceanográfica de Gipuzkoa “al centro de la paz”, se brindó un pequeño homenaje a su antecesor en el cargo, Vicente Zaragüeta, que hace unos años abrió las puertas del Aquarium a la institución de las Hermanas Hospitalarias. Previamente, Elena Basagoitia, directora general de Organismos Públicos de la Diputación Foral de Gipuzkoa, incidió en el espíritu de mejora conjunta imperante en la jornada “Modelos de atención comunitaria a personas con enfermedad mental severa”. Por su parte, el viceconsejero de Salud del Gobierno Vasco, Guillermo Viniegra, abogó por un abordaje eficaz y efectivo mientras recordaba que sin salud mental no hay salud.
Con el agradecimiento por la acogida y la asistencia de Mikel Tellaeche, director gerente del Hospital Aita Menni, se iniciaba el evento cuya primer aparte moderaba José Ignacio Quemada, director médico del centro. Pero antes los verdaderos protagonistas del día nos ofrecieron una sorpresa. Antzaran Abesbatza, coro formado por personas usuarias del Centro de Rehabilitación Psicosocial (CRPS) de Irún, cantó en euskera el “Aleluya” de Leonard Cohen. Sus voces fueron acompañadas por el violín de Beñardo Lazkanotegi. El conjunto, que puede escucharse en este enlace a partir del minuto 16 aproximadamente, fue dirigido por la soprano y colaboradora del centro Marisa Etxepare, y realzado por el acordeón de otra trabajadora, Leire Inza. Juan Carlos Irizar estuvo al teclado.
El trabajo como herramienta terapéutica
Un proyecto empresarial puede convertirse en el mejor recurso para lograr la plena inserción y rehabilitación de personas con esquizofrenia. La exitosa experiencia de La Fageda así lo demuestra y así nos lo contó su promotor, Cristóbal Colón. Fue esta creencia lo que le llevó en 1984 a crear la cooperativa, hoy fundación, «que proporciona empleo a todas las personas con trastorno mental grave o en riesgo de exclusión de la comarca de La Garrotxa que quieren trabajar”.
Dedicada principalmente a la elaboración de yogures, helados y mermeladas, esta empresa con fines sociales posee en Olot (Gerona) una granja con 500 vacas y fabrica 60 millones de yogures al año. Compitiendo con las mayores compañías alimentarias, sus productos están presentes en los lineales de toda Cataluña. Además de lácteos y mermeladas, La Fageda cultiva un vivero para reforestación y presta servicios de guardabosques y jardinería a los ayuntamientos de la zona.
El proyecto cuenta con actividades de ocio, equipos residenciales que ofrecen apoyo a las viviendas donde viven personas con enfermedad mental y un servicio de integración en la comunidad que incorpora al trabajo ordinario, de manera gradual, a quienes desean dar el salto a otras empresas de la comarca. No es un espacio terapéutico sino un ámbito empresarial con una dimensión terapéutica; son actividades económicas rentables las que dan continuidad a este proyecto social. Otro de sus servicios, el de atención al visitante, gestiona la entrada de 55.000 visitas anuales, que no sólo pagan por ver cómo se fabrica el yogur sino que además se convierten en su mejor publicidad. “Sin ánimo de lucro pero con mucho ánimo de ‘margen’”, La Fageda seguirá persiguiendo el éxito empresarial del que todos se sienten coprotagonistas. Sentirse orgullosos del trabajo que hacen y contar con una nómina a fin de mes es “una de las mejores herramientas terapéuticas”, asevera Colón, que impulsó esta iniciativa «porque alguien creyó que podría hacerlo».
Diferentes modelos residenciales
La integración en la comunidad supone afrontar nuevos retos para las personas con enfermedad mental duradera. Pasamos de un modelo paternalista a un modelo autonomista en el que la persona con trastorno mental grave (TMG) es protagonista de su propia vida y de sus decisiones. Los servicios sanitarios y los servicios sociales han de llegar mucho más allá de las labores de custodia y asilo que se les atribuía hace sólo algunas décadas. Pero, ¿quién elige la fórmula de alojamiento?
Bajo el título “Domicilio, residencias, pensiones, cómo escoger, cómo apoyar”, José Luis Arroyo, responsable de la Línea de Rehabilitación Psicosocial de Hermanas Hospitalarias en Madrid, disipó dudas sobre dónde viven hoy estas personas. ¿Dónde pueden vivir, cómo y por qué? Arroyo expuso los diferentes modelos residenciales y sus nomenclaturas según los lugares, desde las unidades de larga estancia a las casas de transición, las minirresidencias o las plazas en pensiones de huéspedes y pisos supervisados. Un largo etcétera. La combinación de distintos dispositivos intenta dar respuesta a la variabilidad de casos.
El reto pasa por equilibrar la necesidad de proteger a las personas de los distintos riesgos y el riesgo de negarles su derecho a poder elegir su lugar de residencia y dónde y con quién vivir, advirtió Arroyo. Para conseguirlo debe establecerse una relación terapéutica de confianza con los distintos profesionales, profunda y con continuidad en el tiempo. Y no se deben considerar los recursos como finalistas sino como parte del proyecto de vida. Objetivo: ajustarnos a las necesidades de la persona y de su entorno (familia) y crear las condiciones para que pueda elegir en función de su capacidad y sus posibilidades.
Servicios sociales y sanitarios, coordinación y complementariedad
Abelardo Rodríguez expuso su experiencia como coordinador de la red pública de atención social a personas con TMG de la Comunidad de Madrid. En sintonía con el resto de los intervinientes, subrayó que la clave de la rehabilitación en comunidad se encuentra en la coordinación y complementariedad de los servicios sociales y sanitarios dedicados a la salud mental. El éxito, en la capacidad de articular procesos flexibles e individualizados. Mecanismos de planificación y coordinación conjunta y la comunidad como recurso de apoyo. Remarcó que los centros de día de soporte social no son para que las personas con enfermedad mental grave estén entretenidas e incidió en la necesidad de abrirlos a los barrios y de potenciar la utilización de espacios normalizados (polideportivos, centros culturales, etc.) como trampolines para la integración, sin olvidar la utilidad de otros dispositivos como los centros de rehabilitación laboral. Se trata de aplicar un modelo de rehabilitación, no de dependencia.
Respecto a las viviendas supervisadas, Rodríguez aseguró que no presentan más dificultades de convivencia que las que pueden darse en los pisos de estudiantes compartidos. Por otro lado, hay mucha gente que tiene casa. Entonces, ¿por qué sacarla de casa? Parte de su exposición se centró en la importancia de disponer de equipos de atención social comunitaria, con efectos muy positivos a costes muy eficientes. Finalizó recordando que el gasto en servicios sociales es una inversión porque esta red, además de mejorar la calidad de vida, crea ahorros, puesto que devuelve a muchas personas al mercado laboral, que trabajan, cotizan y pagan impuestos.
La jornada continúo con la mesa redonda “Atención comunitaria en el País Vasco” coordinada por Álvaro Iruin, director de la Red de Salud Mental de Gipuzkoa. José J. Uriarte, jefe de la Unidad de Gestión Clínica de los Servicios Asistenciales de Bizkaia, explicó cómo se aplica el modelo comunitario en este territorio, un modelo que va creciendo según aumenta el cierre de camas y se invierte en recursos como los hospitales de día. Edorta Elizagarate, psiquiatra del Hospital Universitario de Álava, hizo referencia al cambio que supone intentar capacitar a los pacientes para que puedan manejar su propia enfermedad y que parte, según dijo, de un desiderátum, y es que todos los pacientes son subsidiarios de alta.
Objetivo: la recuperación y el mantenimiento en comunidad
Dentro del mismo bloque, Arantxa Aiartza, jefa de la Sección de Salud Mental y Área Sociosanitaria de la Diputación Foral de Gipuzkoa, tomó la palabra para subrayar que es indispensable la coordinación, a pesar de la gran complejidad que entraña. El objetivo: la recuperación y el mantenimiento en comunidad. Maite Bastida, adjunta a la Dirección de Enfermería también de Gipuzkoa dedicó parte de su intervención al programa de visitas domiciliarias, que mejora la adherencia al tratamiento, la vinculación al centro y favorece la atención precoz ante el riesgo de recaídas. Maite Etulain, directora de las Unidades Residenciales de Trastornos Mental Severo (URTMS) de Cruz Roja, insistió en que exista una atención diferenciada para cada persona enferma, en la necesidad de mantener diferentes dispositivos que puedan atender esas diferencias.
Para terminar, Vicente Hueso, coordinador de los CRPS del Hospital Aita Menni, esbozó el presente de estos dispositivos y reflexionó sobre la necesidad de realizar intervenciones rehabilitadoras adaptadas a cada persona usuaria, lo cual puede pasar en el futuro por habilitar horarios más amplios y más flexibles, que cubran las tardes y los fines de semana. Actualmente Gipuzkoa dispone de 10 CRPS con 228 plazas en total, cuatro de ellos (Arrasate, Irún, Beasain y Maldatxo, en San Sebastián) son gestionados por Aita Menni.
Como broche final, se proyectó este audiovisual que, mediante la técnica del visual thinking y gracias a la colaboración desinteresada de la emprendedora Edurkorta y de Signodigital, resumió el espíritu de la jornada. Desde Aita Menni queremos dar las gracias a todos los participantes y a los colaboradores por hacerla posible.