Campo de trabajo Aita Menni, «una de las experiencias más gratificantes que hemos vivido nunca»
Con la llegada del verano, el hospital abrió de nuevo sus puertas para que jóvenes de diferentes lugares pudieran compartir unos días con nuestra comunidad hospitalaria y con las personas enfermas. Este año, el grupo de participantes en el Campo de trabajo Aita Menni estuvo compuesto por 12 jóvenes de los colegios de Jesuitas de Indautxu (Bilbao) y Pamplona, que vinieron a Mondragón junto con dos monitores.
La experiencia, como siempre, estuvo organizada desde el Servicio de Pastoral, que en esta edición contaba con el apoyo de sor María José Marcos, hermana responsable de la Pastoral Juvenil Vocacional de nuestra Provincia.
Durante su estancia en Aita Menni, estos jóvenes ayudaron con su trabajo en tareas de los comedores de las diferentes unidades y participaron en las actividades del Servicio de Rehabilitación y Dinamización Social. Además acompañaron a monitoras y un grupo de pacientes en dos salidas que se programaron a Mondragón y a Vitoria-Gasteiz.
El testimonio de Amaia
Amaia es una de los 12 jóvenes procedentes de los colegios de Jesuitas en Bilbao y Pamplona que se animaron a ‘sumergirse’ durante una semana en la vida de nuestro hospital en Mondragón, y así nos lo cuenta:
«Era algo nuevo para la mayoría de nosotros, ya que nunca habíamos estado en contacto con personas con enfermedad mental. Y lo que a primera vista parecía ser algo intimidante, ha resultado ser una de las experiencias más gratificantes que hemos vivido nunca. Una experiencia llena de vida, fe, esperanza e ilusión.
La acogida por parte de las hermanas y los trabajadores del centro fue inmejorable, transmitiéndonos desde el primer momento los valores hospitalarios que tanto les caracteriza. El querer servir en todo momento, la sensibilidad por las personas excluidas y la atención tan humana a quienes tienen más necesidades… predominan por los pasillos de este hospital.
Además de ayudarnos a conocer esta realidad tan alejada de nuestro día a día, hemos podido abrir nuestro corazón a muchas personas con las que hemos compartido conversaciones, vivencias, testimonios…Y sobre todo, muchas emociones.
Han sido unos días en los que hemos aprendido a valorar la salud y la importancia de la entrega y el servicio. Así mismo, esta experiencia nos ha acercado un poco más a Dios, buscándole en todas las cosas, y viendo a Dios en las personas enfermas; tanto en sus sonrisas y palabras de agradecimiento, como en su dolor o sufrimiento».