Discapacidad intelectual

La atención a perfiles con capacidad intelectual límite y trastornos de personalidad: retos en la provisión de recursos específicos

Macarena Aspiunza

Psicóloga general sanitaria y forense . Responsable del Área de Discapacidad Intelectual de Hermanas Hospitalarias Aita Menni.

 

En el ámbito sociosanitario, la atención a las personas con capacidad intelectual límite (CIL) y trastornos de personalidad asociados, especialmente cuando presentan graves alteraciones de conducta, se enfrenta a numerosos desafíos. Este colectivo emerge como uno de los más complejos de abordar, debido a su posición liminal entre los recursos destinados a la discapacidad intelectual y aquellos destinados a la salud mental. Actualmente, la ausencia de dispositivos específicos y protocolos adaptados agrava la problemática, dejando a estas personas y a sus familias en una situación de vulnerabilidad.
La atención a perfiles con capacidad intelectual límite y trastornos de personalidad: retos en la provisión de recursos específicos

Un perfil difícil de encajar en el sistema actual

Las personas con capacidad intelectual límite se encuentran en un intervalo de funcionamiento cognitivo que no llega a cumplir con los criterios de discapacidad intelectual (CI inferior a 70), pero que tampoco alcanza el rango típico. Cuando este diagnóstico se combina con trastornos de personalidad, como el trastorno límite de personalidad o el trastorno antisocial, y alteraciones graves de conducta (impulsividad extrema, episodios violentos, conductas disruptivas), la atención necesaria se complica exponencialmente.

Los recursos para discapacidad intelectual tienden a centrarse en apoyos estructurados, la accesibilidad cognitiva y adaptación del entorno; y por otro lado, los dispositivos de salud mental se enfocan en patologías psiquiátricas severas, con intervenciones que a menudo no están diseñadas para personas con limitaciones cognitivas significativas. Este vacío deja a estas personas en un limbo institucional.

Principales retos en la atención

1. Diseño de dispositivos específicos

El sistema sociosanitario actual carece de recursos especializados para este perfil. Ni los centros de discapacidad ni los servicios de salud mental pueden responder adecuadamente a la combinación de limitaciones cognitivas, desregulación emocional y conductas graves. Esto genera una atención fragmentada que no permite responder de forma global a las necesidades de estas personas.

2. Criterios de acceso

El diagnóstico de capacidad intelectual límite no es suficiente para acceder a recursos de discapacidad. Aunque las personas con CIL enfrentan serias dificultades adaptativas y barreras funcionales en su vida cotidiana, éstas no siempre se reconocen como “limitantes”.

Por otro lado, los trastornos de personalidad son considerados como diagnósticos del ámbito de la salud mental. En este contexto, las alteraciones emocionales y conductuales severas son vistas como patologías psiquiátricas, pero no se contempla que puedan estar vinculadas a las limitaciones en la comprensión o adaptación al entorno.

3. Graves alteraciones de conducta

Las conductas disruptivas implican un riesgo elevado, tanto para la persona como para su entorno. Para ello es necesario que el espacio sea seguro, un entorno estructurado que minimice los desencadenantes y el diseño de pautas de actuación para una desescalada emocional y manejo conductual adaptado a las limitaciones intelectuales que presenta la persona.

4. Impacto en las familias y cuidadores

Las familias se enfrentan a menudo a situaciones que generan un agotamiento físico y emocional; de ahí la importancia de favorecer el apoyo y acompañamiento a las familias y facilitar espacios para poder compartir experiencias y proporcionar herramientas prácticas en el día a día.

Conclusión

La atención a personas con capacidad intelectual límite y trastornos de personalidad asociados con graves alteraciones de conducta requiere un enfoque innovador y adaptado. Es necesario superar la fragmentación actual del sistema sociosanitario y apostar por la creación de recursos específicos que respondan a las necesidades de este colectivo. Solo así se podrá garantizar una atención inclusiva, eficaz y humanizada, que no solo proteja los derechos de estas personas, sino que también les permita alcanzar su máximo potencial.

Referencias bibliográficas

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